[He publicado esta entrada el 28.11.2016 en el Blog de Inteligencia
Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Acabo de leer un libro muy interesante sobre uno de los temas que más me apasionan, la comunicación. Estuve en la presentación del mismo que organizó Deusto Business School Alumni, el pasado día 15. El título ya engancha, “¿Cómo se lo digo? El arte de las conversaciones difíciles. El impulso de cambios efectivos a través del diálogo”(Barcelona, Libros de cabecera, 2016). Y si escuchas al autor, Enrique Sacanell, aún te enganchas más…
Me gustó mucho la introducción que hizo Fernando Fantova el día de la presentación. Él, que es amigo y conoce al autor desde hace muchos años, nos dijo que al leer el libro había encontrado cinco Enriques:
1. El cómplice, que busca complicidad. Nos contó cómo se había podido votar el título definitivo del libro en las redes.
2. El cuidadoso. Es un libro ‘coqueto’, un producto cuidado.
3. El estudioso, el experto. Se nota que sabe de lo que habla; se hace cargo del estado de la cuestión sobre el tema.
4. El acompañante, el consultor. Una cosa es saber, conocer y otra saber acompañar en un tema.
5. El convencido, para él el más valioso. El libro revela su fe en el ser humano y en la conversación. Muestra una convicción profunda en el poder transformador del diálogo. En su opinión el libro deja poso por la actitud y la apuesta por construir del autor.
Enrique comentó que empezó a escribir el libro mucho antes de saber que lo iba a escribir. En muchos de los procesos de acompañamiento que hacía notaba que faltaba una conversación (o varias) o que sobraba una mal hecha (o varias). Muchas de las dificultades que las personas se encontraban en el trabajo tenían que ver con cómo se comunicaban. No existe una conversación difícil per se. Conversaciones difíciles son aquellas que a cada uno nos cuestan por las consecuencias que anticipamos de las mismas (puede tener que ver con expresar quejas, peticiones, reclamar algo, decir que no… hablar con un superior o con alguien con posicionamientos muy diferentes a los nuestros…). Veamos un ejemplo en clave cómica en este anuncio. El problema es que vamos postergando estas conversaciones. Puede que nos autoengañemos… “tenerla la tendría, pero las circunstancias…”. “El saber que no hemos sido capaces o no hemos tenido el valor de afrontar esa conversación nos mina. Además, el silencio, el vacío que deja esa conversación no mantenida, ‘no tarda en llenarse de veneno, de necedad y de representaciones erróneas’ (C. Northcote Parkinson, historiador británico)” (p.33). Puede pasar también que una conversación que no parecía difícil se transforme en tal. Hay señales en el interlocutor que nos lo pueden indicar: silencio, reacciones desproporcionadas, síntomas de inseguridad o intranquilidad… Si percibo que no va a acabar bien o que me está alterando mucho (o a mi interlocutor) es más acertado parar y posponer la conversación.
Me gustó mucho la reflexión de Enrique sobre si nos comunicamos más o menos que antes, dados los avances de la tecnología, las redes sociales… Antes vivíamos en una sociedad de buceo, ahora es más de surfeo. Se tocan más olas pero se profundiza menos. Conversar es mucho más que hablar, que comunicarse. Muchas veces no vamos más allá de monólogos entrelazados.
Las conversaciones difíciles son una herramienta para hacer cambios profundos, tanto en el ámbito personal como en el profesional. “Cuando hay un problema en una organización, en un equipo o en una relación, generalmente lo que falta es una conversación” (p.49). A veces hay que mantener varias conversaciones para que el cambio sea efectivo porque una sola no es suficiente. “Cada conversación es un universo irrepetible e impredecible. Navegar por cada una de ellas es un arte” (p.93).
Para que no haya desencuentros es importante que tanto el emisor como el receptor sintonicen las mismas claves. El autor nos recuerda la teoría del cuadrado de la comunicación (o modelo de las 4 orejas) de Friedemann Schulz von Thun que dice que lo expresado tiene cuatro caras: 1) el contenido objetivo, lo literal (es fundamental cultivar la claridad expositiva); 2) la autoexposición, aquello que dice de sí mismo, aunque no lo pretenda, el emisor (es clave la autenticidad); 3) la relación, lo dicho habla del tipo de relación, del lugar desde el que se habla (el éxito de una conversación pasa por un profundo respeto del otro y de su punto de vista aunque no lo compartamos) ; 4) la incitación a la acción, nuestras palabras indican de forma más o menos explícita lo que quisiéramos que ocurriera (una vez más es importante la claridad expositiva, el otro no tiene por qué suponer o leer entre líneas). Cada uno de nosotros desarrolla mayor sensibilidad hacia uno de los lados. Es importante que cada uno sepa cuál es el suyo y el de la persona con la que se comunica.
En una conversación se dan varias conversaciones: sobre las emociones, sobre lo que pasa, sobre la identidad y la relación y sobre la acción. Además, un elemento importante en cualquier conversación, y más en una difícil, es manejar nuestra conversación interna y distanciarnos de ella. En ésta tiene mucha influencia lo que Chris Argyris denomina la escalera de inferencias.
Enrique propone en el libro el modelo CEMA que son una serie de pautas para contribuir a que una conversación difícil se desarrolle lo mejor posible. Hay cuatro fases, además de un pre y un post, y una actitud que debe estar presente en todo el proceso, la escucha. En este caso el orden de las fases es importante, aunque a lo largo del proceso puede ser necesario volver a fases anteriores o aplazar la conversación. Veamos brevemente cada una de ellas (la segunda parte del libro las explica con detalle):
1. “Prepárate”. A mayor preparación más posibilidades de éxito aunque tengamos que improvisar. Esto incluye: tener claros nuestros objetivos; conocer nuestra emocionalidad; cuestionar nuestra conversación interna (qué me estoy contando a mí misma); pensar en cómo es, piensa y siente la otra persona. “La carga emocional que conlleva una conversación difícil nos lleva con rapidez a olvidar las buenas intenciones para adentrarnos en una dinámica de vencedores y vencidos, una dinámica bélica” (p. 111).
2. “Construye el contexto adecuado”. El inicio es muy importante. Tenemos que ser capaces de dar seguridad a la otra persona y aclararle el contenido y objetivo de la conversación. También es importante el lugar y contar con el tiempo necesario.
3. “Explora el punto de vista de la otra persona”. Antes de lanzar nuestra opinión y propuestas es fundamental dar cabida a que el otro exprese cómo ve el tema. Hacerlo muestra consideración y respeto hacia el otro. Como dijo el autor, implica atribuir la “presunción de inteligencia”.
4. “Muestra la forma en que tú lo ves”. Debemos ser claros y concretos respecto a los hechos que nos incomodan o disgustan y debemos mostrar cuán importante para nosotros es la necesidad de cambio.
5. “Busca un acuerdo, un compromiso de acción y cierra bien”. Una conversación tiene éxito cuando se consigue un acuerdo y un compromiso de hacer o dejar de hacer (que puede afectar a una parte o las dos).
6. “Y, en todo momento, escucha activamente”. Supone estar atento a lo que el otro dice y lo que no; escuchar con los oídos y con los ojos; percibir sus emociones. Exige controlar nuestra conversación interna y estar atentos también a nuestras reacciones. “Saber escuchar es saber aprender, de la misma manera que saber aprender implica saber escuchar. Aprender no es otra cosa que abrirse a ser transformado, a cambiar, a ser diferente, con la expectativa de ser mejor, de tener más capacidad de acción” (Rafael Echeverría).
7. “Seguimiento”. Conviene concertar nuevas conversaciones para hacer una revisión de lo acordado.
Me gustaría acabar esta entrada con una frase del autor… “conversar es un arte y no hay arte que quepa en una receta” (p.209). Afrontemos nuestras conversaciones difíciles y salgamos reforzados de las mismas…