Autor de la imagen: Walter Kostner
[He publicado esta entrada el 18.07.2016 en el Blog de Inteligencia
Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
“Y si estábamos dispuestas a dar la vida la una por la otra, era lógico que, mientras tanto, era necesario responder a las mil exigencias que el amor fraterno requería: era necesario compartir las alegrías, los dolores, los pocos bienes, las experiencias espirituales. Nos esforzamos en vivir así para que el amor recíproco estuviera vivo entre nosotras, antes que cualquier otra cosa”. Chiara Lubich
Hace no mucho tiempo he descubierto una figura fascinante, Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares. El ideal de la unidad, “un proyecto global, la fraternidad universal, que pasa a través de la dimensión local”, tiene un concepto central que me parece muy sugerente y da qué pensar… el amor recíproco, que no es una opción sino un modo de ser y de presentarse al mundo. No es algo nuevo, pero sí un rasgo distintivo.
El amor es una emoción compleja que ha dado lugar a múltiples tratados, estudios, libros, consultas, conversaciones, tertulias, canciones (aunque normalmente las llamadas canciones de amor son más bien de desamor)… y también a mucho dolor y sufrimiento. Lo importante es amar bien y que nos amen bien. Hay un refrán que dice… “En la guerra y en el amor, todo vale”… A mi entender este dicho es bastante desafortunado. No todo vale, aunque sea en nombre del amor.
Hay un texto de Khalil Gibran, en El profeta, que para mí describe de una bella forma lo que es el buen amor…
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.El amor no posee ni es poseído.Porque el amor es suficiente para el amor.Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.Saber del dolor de la demasiada ternura.Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.Khalil Gibran, El profeta.
Hay un precepto de S. Agustín que es de gran calado, pero que puede ser malinterpretado… “Ama y haz lo que quieras”. Aquí el orden de los factores sí es importante, primero ama. Merece la pena ver la cita en su contexto: “Lo que queremos subrayar es que lo que distingue los actos de los hombres es el amor que hay en su raíz. Se pueden hacer muchas cosas que parecen buenas, pero que no proceden de la raíz del amor. Las espinas tienen también flores; hay actos que parecen duros y crueles, pero que quieren corregir, inspirados en el amor. De una vez por todas se te manda este breve precepto: Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; que en el fondo de tu corazón esté la raíz del amor, pues de esta raíz lo único que puede salir son cosas buenas” (San Agustín, Comentario a la Primera Carta de San Juan). Si la raíz de tus actos es el amor, éstos sólo pueden ser buenos, aunque no lo parezcan o tengan consecuencias amargas. Cuando el amor guía nuestros pasos vamos por buen camino, sabiendo, como hemos dicho, que no todo vale…
Y una clave importante en el amor es la reciprocidad. Amar no quiere decir satisfacer todas las necesidades o deseos del otro, renunciando al propio yo, a los propios deseos o necesidades... Aunque en ocasiones hagamos cosas por amor, porque sabemos que al otro le agrada o le ilusiona, porque queremos lo mejor para esa persona. Lo que nutre el amor es la reciprocidad, el saber que tenemos la ‘espalda cubierta’, que el otro está cubriendo o reforzando nuestros ‘huecos’, que podemos confiar en su apoyo. Y esto funciona tanto en la relación de pareja como en la amistad. Hay una relación que escapa a esta lógica y es la paterno/materno-filial. En este caso el dar es mayor que el recibir. Los padres y madres no esperan una vuelta, o al menos no en la misma medida; es un amor incondicional que es básico para el buen desarrollo de los hijos e hijas.
El amor se expande como en la viñeta inicial. Nos hace crecer, desarrollarnos, encontrarnos a nosotros mismos, nos conecta con nuestro propósito, nos da confianza y seguridad y nos hace dar lo mejor de nosotros mismos. Funciona en contra de la lógica imperante… cuanto más das más tienes, lejos de agotarse se multiplica… Y si no es así… mejor que analicemos qué es, porque dudosamente será amor.
Os deseo, y deseo para mí, que el amor recíproco sea vuestra tarjeta de visita, vuestro modo de ser en el mundo… Esa es la mejor manera de crear una nueva humanidad.